Tiempo de orar
“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.” Lucas 6:12
Muchos piensan que orar es arrepentirnos de nuestros errores o meditar en ciertos momentos rituales o sagrados, como en un funeral. Algunos consideran que se trata solo de pedir por lo que, solo en las crisis y emergencias, cuando todas las otras opciones han fallado, oran a un Dios distante. Otros gustan de tener conversaciones muy simples con Dios, como con cualquier otra persona. Ahora bien, aunque esta última se acerca más a lo que indican las Escrituras, pienso que, si hablamos con Dios, estamos contactando a la mayor fuente de poder de todo el universo y usar ese tiempo tan solo para darle unas distraídas gracias por los alimentos o pedirle que nuestra agenda personal se cumpla sin novedades, es un gran desperdicio. Jesús mismo, el Hijo de Dios, Rey de reyes y Señor de señores, Aquel que es la imagen y sustancia de Dios, el más maravilloso hombre que haya pisado alguna vez la tierra, llevaba una vida de constante oración. Solo conectado al Padre pudo lograr caminar en santidad y en perfecta obediencia; navegar entre la hipocresía y malicia de sus detractores; transformar en solo tres años la historia de la humanidad para siempre y, por supuesto, vencer a nuestro adversario el diablo y su arma más letal: la muerte.
La Palabra de Dios enseña que Dios nos ve (Génesis 16:13-14), que escucha nuestra oración (Salmos 65:2), que continuamente piensa en nosotros (Salmos 40:17), que el Espíritu Santo y Jesús interceden por nosotros constantemente (Romanos 8:26-27, 34), y que Dios se goza en la oración de los rectos (Proverbios 15:8). Es a través de la oración que podemos entrar confiadamente al trono de Su gracia para hallar oportuno socorro, es decir que tenemos acceso al trono del Rey para recibir de Él ayuda perfecta y a tiempo (Hebreos 4:16). La pregunta es: ¿por qué no oramos más? ¿Por qué desperdiciamos ese canal glorioso? ¿Quién dejaría de consultar a un mentor poderoso, influyente, sabio y multimillonario? Creo que todo empieza porque no Le vemos, pero eso no significa que no sea real. Erróneamente creemos que lo natural es primero y lo espiritual después, pero es al revés. Por eso Jesús, en medio de la más grande batalla espiritual en Getsemaní, ora, y aún le pide a Pedro que ore con Él. No esperemos a tener ganas porque no es natural. Sigamos el consejo de Jesús en el momento más difícil de Su encarnación:
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Jesús en Mateo 26:41