Tu buen testimonio
“Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;” Hebreos 11:39
Este es el penúltimo verso de la lista de los héroes de la fe. En el verso 2 dice que, a través de ella, los antiguos alcanzaron buen testimonio, y nos da una lista de todos aquellos que lograron grandes cosas (Abel, Enoch, Noé, Abraham, etc.) y que son ejemplos de una fe inquebrantable. Sin embargo, este verso habla del buen testimonio de aquellos que “no recibieron lo prometido.” ¿Cómo así? Bueno, nuestros ojos ven solo una porción de la realidad; nuestros pensamientos no alcanzan los pensamientos de Dios; nuestras soluciones no abarcan todas Sus opciones y nuestros mejores planes están muy lejos de ser óptimos. Así que existen dos tipos de creyentes: los que reciben lo prometido y los que no. Sin embargo, al creer, ambos alcanzan buen testimonio. ¿Batallaste contra un cáncer con fe, creyéndole a Dios y fuiste sanado? Alcanzaste buen testimonio. ¡Gloria a Dios! Por el otro lado, ¿batallaste contra un cáncer, perdiste la batalla y partiste? Si actuaste con fe en Jesucristo, también alcanzaste un buen testimonio de fe así que ¡gloria a Dios! Según la Biblia, lo que importa es que creíste, no que las cosas salieron como tú lo pediste. Por eso dice la Escritura que “Abraham creyó y le fue contado por justicia” (Génesis 15:6; Romanos 4:3; Gálatas 3:6 y Santiago 2:23).
Pero tú puedes pensar, ¿cuál fe si la persona murió igualmente? ¿Cuál fe si mi matrimonio se desmoronó o mi hijo descarriado no ha vuelto? ¿De qué fe me hablas cuando aún no salgo de deudas o sigo esclavo de este vicio? Es allí exactamente donde desarrollamos el músculo de la fe, donde al igual que Abraham, creemos “esperanza contra esperanza” (Romanos 4:18). ¿Has observado las olas de la playa? Cuando una va de regreso al agua, absorbida por el inmenso mar, aparece otra que con fuerza vuelve a subir enérgica la pendiente de arena, y así sucesivamente. Así debe ser nuestra fe. Cuando la esperanza comienza a decaer, declaramos la Palabra y nos volvemos a levantar; y cuando esta decrece, volvemos a recobrarla, creyendo. Reconocemos que nuestro entendimiento no lo comprende todo y seguimos clamándole a Dios y adorándole aún cuando las cosas se vean o resulten opuestas a lo que pedimos. La salvación viene por la fe en Cristo, por creerle a Dios, no por comprender Sus razones. Después de todo nosotros:
“…sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Romanos 8:28