Acceso directo al gran Rey

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:16

Históricamente ha sido imposible, para el ciudadano común, presentar sus peticiones personalmente ante un rey. Deberá solicitar y obtener (con meses de antelación), una cita debidamente aprobada por las personas autorizadas por su majestad. Aún así, el acceso solo se permitirá siguiendo un estricto protocolo, a una hora específica, con un vestuario apropiado, respetando una agenda puntual y dentro de un tiempo bien corto y delimitado. En algunas monarquías, aún la esposa o los hijos requieren un permiso antes de hablarle al gobernante. Sin embargo, con una infinita humildad que detiene mi respiración cada vez que medito en ella, y a través de un amor simplemente incomprensible, Jesucristo, el Rey de reyes, Aquel en quién “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9), el Salvador del mundo, entregó Su preciosa vida en el espantoso dolor de una Cruz, para darnos acceso 24×7 al excelso trono del Padre. Juan nos dibuja un destello de esa gloria en Apocalipsis 1:14-15 al describir que: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.” Si pudieses hablar con un rey terrenal, ¿de qué le hablarías? ¿Del clima y de tu agenda personal? Creo que no…

Ahora bien, el diccionario define la palabra “oportuno” como: “que sucede o se realiza en el momento adecuado; que es bueno para un fin determinado.” Por favor vuelve a leer lentamente el verso del encabezado. Pablo nos está invitando a que, como hijos de Dios, nos acerquemos (sin agenda, horario, permisos ni protocolo) confiadamente (sin miedo, con reverencia, pero con confianza) al Trono, a la Presencia del Rey, pero de un Rey de gracia, perdonador, consejero, lleno de paz. Dios es un buen Padre. Ese Rey tiene para Sus hijos misericordia, es decir que comprende, escucha, perdona y es compasivo. Él entiende nuestra ansiedad y preocupaciones, y bajo esa gracia Él nos regala socorro (asistencia, atención, apoyo) de una manera oportuna (en el momento apropiado, en la forma apropiada, con un fin apropiado). Si tienes a Dios, déjalo guiarte. Ni siquiera tienes que ir a Él, si le Abres tu corazón, Él entrará en ti y tendrá intimidad contigo…

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20

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