Incrédulos con la verdad

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” Jesús en Juan 8:44

Aunque la mentira salte y baile a diario desde las bocas hasta los oídos de billones de personas, sigue siendo mentira. Aunque afirmemos que, para ser político, hay que ser mentiroso, sigue siendo muy grave el mentir. Aunque la mentira sea común, y la veamos reírse en los noticieros y en las redes sociales, sigue estando mal. Aunque las digamos y creamos, sigue siendo un gran error. Ella no viene de nosotros ni es natural. Según este verso, viene del enemigo. Satanás es “padre de mentira.” Cuando mentimos, lo honramos. Es además “homicida…porque no ha permanecido en la verdad.” La mentira es dañina, nociva, destructiva; hiere los corazones. Afecta nuestra autoimagen y la de nuestros hijos. Distorsiona y nos desvía de nuestro propósito. Las Escrituras, por el otro lado, son verdaderas. Cuando los religiosos del partido de los saduceos trataron de probarlo, Jesús les dijo: “… ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?” Marcos 12:24. En otras palabras, ignorar la Palabra y el poder de Dios nos hace errar. ¿Y cómo erramos? Mintiendo. Mintiendo sobre lo que somos, sobre lo que tenemos, sobre lo que hacemos; sobre aquello que tememos y ocultamos. Le hemos creído al que nos odia y hemos ignorado a Aquel que nos ama.

Pero Cristo tiene otra perspectiva. Él no solo Es la Verdad, sino que además solo verdad sale de Su boca “… y la Escritura no puede ser quebrantada,” (Juan 7:35b). Él es fiel y Verdadero. La mentira, la artimaña, la malicia y el engaño no forman parte de Su naturaleza. ¿Cómo puede mentir Aquel que lo sabe todo? ¿Para qué? Él no manipula, no controla, Él ama, con amor verdadero. Pero nosotros estamos tan habituados a la mentira que se nos dificulta creer la verdad: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?” (Jesús en Juan 8:46). Saquemos la mentira de nuestra boca y de nuestro corazón. Aborrezcamos la falsedad, el chisme y la hipocresía. Somos hijos de Dios, somos de Él y no del enemigo. Si le creemos al enemigo, oímos sus palabras falsas y maliciosas. Por el contrario…

“El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.” Jesús en Juan 8:47

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: