Fruto, no flor… P2

“O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.” Jesús en Mateo 12:33

Aquellos quienes disfrutan del senderismo, particularmente en regiones boscosas, saben que existe toda una gama de pequeños frutos silvestres que parecen moras o arándanos, pero no lo son. Parecen jugosas frambuesas, pero son amargas y secas y, lejos de nutrirte pueden producirte diarrea, nauseas o alergias. No todo lo que brilla es oro, como diría mi bella madre. Hay un fruto bueno, saludable, nutritivo, y otro que, aunque la diferencia sea indetectable para el ojo inexperto, es agreste y muchas veces, venenoso. En esta enseñanza Jesús no nos está hablando de plantas sin fruto, estériles; sino de árboles con buen fruto y otros con malo, de modo que es posible producir fruto que parece bueno, pero no lo es. Me pregunto qué pensarían, si pudieran, esas plantas salvajes. ¿Creerán que son fresas, uvas o moras? Tú y yo podemos tener éxito social, prosperar mucho y hasta ser famosos, pero dando mal fruto. Podemos pasarnos toda la vida siguiendo nuestros objetivos y planes, tratando de controlarlo todo, pasándole por encima a los demás con el fin de lograr nuestras metas personales, con admirable disciplina y perseverancia. Podemos ser hombres profundamente admirados o mujeres muy envidiadas, y sin embargo, a pesar de toda esa reputación, producir mal fruto. ¡Qué el mundo quiera comer de ti no garantiza que seas buen fruto!

Ahora bien, Jesús nos da la opción de escoger qué tipo de árbol queremos ser. Es nuestra decisión. Está en nosotros “hacer el árbol bueno”, con su respectivo buen fruto, o “hacer el árbol malo”, y atenernos a las consecuencias. Podemos buscar el fruto de lo terrestre, o las cosas de arriba, como las llama Pablo. Podemos centrarnos en lo terrenal y tangible, o escoger lo eterno e invisible. Podemos ser espirituales o carnales, dar buen fruto o dar mal fruto. Podemos elegir la venganza y la disensión en vez del perdón y el amor; podemos procurar la mentira y las artimañas o escoger a Aquel que es la Verdad. Podemos dejar que el mundo nos avergüence con sus comparaciones y medidas, o podemos aceptar a Aquel que borró nuestra vergüenza para hacernos libres. Dios nos creó para escoger, escoge bien. Hazte un buen árbol para que des buen fruto, para ti y los tuyos:

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;” Deuteronomio 30:19

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