Mantén tu lámpara encendida

“Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.” Jesús en Mateo 25:8

Diez vírgenes esperaban que el Novio llegara para participar con Él en las bodas. Cinco eran prudentes por lo que, además de sus lámparas encendidas, llevaron aceite adicional por si acaso el Novio tardaba. Las otras cinco eran imprudentes y no llevaron aceite extra. Finalmente llegó el Novio cuando las lámparas estaban ya apagándose, por lo que las insensatas pidieron a las prudentes que les compartieran. Desafortunadamente a aquellas no les sobraba lo suficiente por lo que enviaron a las insensatas a comprar más. Ellas fueron por más aceite, apresuradas, pero cuando regresaron era tarde. Las puertas se habían cerrado y las cinco imprudentes quedaron afuera, en las tinieblas. Ellas golpeando la gruesa madera gritaban “¡Señor, Señor!” para que les abrieran, convencidas de que las dejarían entrar y que todo era un error porque, después de todo, ellas habían sido invitadas. Sin embargo, la respuesta del Esposo fue clara y contundente: “De cierto os digo, que no os conozco.” Esta extraña historia es una parábola que Jesús usó para ilustrar cómo se entra al Reino de los Cielos.

La luz que Jesucristo encendió en nuestros corazones debe mantenerse encendida. Creer en Jesús no es un acto ritual ni ocasional que ejercitamos en ciertos momentos de nuestra vida, sino una jornada, un vivir con Él, un romance, una comunión diaria. Tenemos el maravilloso privilegio de poder tener una relación con el Dios Altísimo. Su Espíritu Santo se muda a ti cuando lo invitas a entrar, y le recibes. Él es quien mantiene desde entonces nuestro aceite encendido. Me parece interesante que todas las vírgenes, tantos las insensatas como las prudentes, se habían quedado dormidas (verso 5). Sin embargo, para el Novio eso no era problema. Él no esperaba que no descansaran, pero sí esperaba que estuvieran preparadas, atentas, con suficiente aceite para mantener la Luz hasta que Él viniera. ¿Cómo está tu corazón? ¿Vives expectante de que el Espíritu de Dios habite cómodamente en ti? ¿Cuidas tu alma con una dosis extra de aceite para los momentos de ira, de frustración, de cansancio? ¡Mantén encendida tu lámpara! ¡No permitas que se te acabe el aceite! Que tu corazón no se oxide, que tu alma esté siempre ungida. Estemos alertas porque no sabemos ni el día ni la hora…

“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.” Jesús en Mateo 25:13

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