La amargura del alma y la enfermedad

“Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.” Juan 5:14

Jesús acababa de sanar, en el día de reposo, a un hombre que había estado paralítico por treinta y ocho años, y el Maestro le dice tres cortas oraciones que llaman profundamente mí atención. La primera: “Mira, has sido sanado.” ¿Acaso no era obvio para este hombre paralizado que ya no lo estaba y que era sano? Pero Jesús conoce los corazones y en él había amargura, no agradecimiento. No se registra que luego de ser sanado lo adorará, le diera las gracias o le sonriera. Lo que si sabemos es que les contó a los fariseos que acosaban a Jesús, que Él lo había sanado en el día de reposo, cuando no era lícito, por lo cual “los fariseos procuraban matarle.” La segunda oración es una orden: “No peques más.” Y yo me pregunto, ¿cómo pecaba este hombre si no podía moverse? En los tiempos de la Ley, lo importante era no pecar externamente, pero Jesús no vino a abrogar (abolir) la Ley, sino a cumplirla (Mateo 5:17). De modo que Jesús vino a elevar la vara porque el pecado que vemos externamente nace internamente; en la mente y el corazón. Este hombre tenía su alma maltratada y herida. Por eso, cuando Jesús le preguntó si quería ser sano, él se dedicó a explicarle por qué no podía serlo y cómo “su caso” no tenía curación. Su pecado nacía allí, en la frustración del corazón y en sus palabras porque, “lo que sale de la boca, del corazón sale.” (Mateo 15:18).

La tercera oración es una advertencia: “para que no te venga alguna cosa peor.” De modo que, si seguía pecando, corría el riesgo de sufrir algo todavía peor que volver a ser paralítico. Podemos concluir con este verso que el pecado causa enfermedad. Si bien no toda enfermedad necesariamente proviene del pecado propio (después de todo vivimos en un mundo caído), Dios nos manda a apartarnos del pecado por una simple razón: nuestro bien. El mayor logro del enemigo ha sido hacernos creer que pecar es bueno, divertido y, sobre todo, que no acarrea consecuencias. Si tú también lo crees, te invito a preguntarle a alguno que esté preso, moribundo o en adicciones; quizás su respuesta te haga cambiar de opinión. Necesitamos vivir llenos de Dios, de Su Palabra, de Su agua viva, de Su paz. Mira tu alma. No permitas que broten raíces de amargura, necesitas asirte firmemente a la gracia de Dios.

“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” Hebreos 12:15

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