La altivez del corazón
“Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; Ciertamente no quedará impune.” Proverbios 16:15
La persona altiva sufre de “apetito desordenado de ser preferido a otros.” (Diccionario RAE). Se envanece enfocándose en sus cualidades, con menosprecio de las virtudes de los demás. La altivez vive en nuestra débil autoconciencia. En ausencia de poder vernos y amarnos como realmente somos, buscamos nuestros puntos fuertes y nos comparamos, en esas áreas, con los demás. Nuestra propia imagen fragmentada busca aferrarse a las piezas fuertes de lo que creemos ser. Si somos físicamente atléticos, usamos la corporalidad como medida de comparación. Si somos intelectuales, exaltamos la inteligencia como el principal atributo; y, si somos muy atractivos, ponemos a nuestra autoestima a descansar allí. Solo así nos sentimos menos inseguros. El problema es que tenemos una visión distorsionada de quienes somos así como de quienes son los demás.
Cuando pienso en lo pequeña que es mi casa dentro de la ciudad donde habito, que a su vez es una fracción de la nación que es una franja en el atlas… Y luego medito en la miniatura que es nuestro sol al lado de una estrella como Betelgeus. Y después hablamos de galaxias, pero no de cientos de ellas sino de billones, tantas que no sabemos cuántas hay. Y entonces razono que, si Dios creó el universo, es porque habita fuera de él de modo que debe ser mayor que éste y que quizás existan otros más. Es allí donde paro y me pregunto, ¿de qué presumimos tanto? ¿Por qué tanta guerra y odio? Lo que llamo mi cuerpo me fue dado cuando Dios sopló aliento de vida en mí. Él escogió la familia, el vecindario, la ciudad y el país donde nacería. Y luego, cuando me aparté por mi camino, me recompró con Su sangre en una Cruz. ¿Por qué me comparo tanto si soy único? ¿No me hace suficientemente especial saber que Dios me creó con Sus manos? Él cuenta mis días, los latidos de mi corazón y los cabellos de mi cabeza. ¿Por qué necesito que alguien me valide si no me creé a mi mismo? ¿Por qué siempre resalto mis puntos fuertes para tratar de compensar los débiles? ¿A qué le temo? Compararme y competir no son síntomas de autoconfianza sino de una profunda inseguridad interna. Jesús dice que separados de Él nada podemos hacer. Esto nos puede doler, pero tenemos que enfrentarlo: no se trata de mí, no se trata de ti, se trata solo de Él…
“Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.” Salmos 100:3