Saborea la vida que Dios te da
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Jesús en Juan 10:10
Soy un pésimo cocinero, pero sé que uno de los placeres de los que saben cocinar, es que los comensales disfruten sus platos. Te dan a probar y al llevarte el tenedor a la boca, te observan cuidadosamente y, si ven una genuina expresión de deleite, se regocijan y te ofrecen más. Es un acto hermoso de complaciente generosidad. Y pienso que Dios opera de una manera similar. Nos da salud en un cuerpo para manifestarnos, imaginación, intelecto; nos regala días de lluvia y noches de luna llena; nos rodea de amor, de sonrisas, del tibio sol, nos lo da todo; y nos observa cuidadosamente. Desafortunadamente son pocas las veces que el Padre ve nuestra genuina expresión de deleite. Sin embargo, Él anhela verte bien. Entregó a su propio Hijo para darnos, como Jesús lo expresa acá, vida abundante. ¿Cómo te sentirías si organizas un banquete especial para alguien a quien amas, adornas la mesa con velas, sacas tu mejor vajilla, le ofreces el vino que has guardado para esta ocasión, y la persona saca de su bolsillo un pan viejo, y se niega a probar tus bocados? ¿Pensarías que es alguien humilde y no materialista? Yo pensaría que es una persona confundida, descortés y muy malagradecida. ¡Perdón!
Dios anhela que saboreemos la abundancia de vida de la que habla aquí, pero según sus principios. Por siglos hemos creído que el pecado es divertido y que, si somos astutos, escaparemos de sus consecuencias. Nada más alejado de la realidad. No solo sufriremos la secuela de ese errar voluntario, sino también nuestras generaciones. Si Carlos ofende a Luis, solo Luis puede perdonarlo, no tú ni yo. Pecar es ofender a Dios y solo Él nos puede perdonar. Ofender a Dios solo trae maldición y “Dios no puede ser burlado, lo que el hombre sembrare, eso segará.” (Gálatas 6:7). Dios quiere que vivamos en libertad, pero la libertad que Él ofrece a través de su sangre. Y esto no es nuevo. Recordemos que al principio Adán y Eva, tenían solamente una restricción, solo un mandamiento: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás.” (Génesis 2:16-17). ¿Te imaginas? Podían amarse, trabajar el jardín, disfrutar la naturaleza, comer múltiples frutos y granos, y nada de eso era pecado. Escoge bien, escoge la vida en Cristo. Disfruta la libertad que Dios te da, a plenitud, pero en santidad.
“como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.” 1 Pedro 2:16