¿Quiere Dios enriquecerme?
“Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.” Deuteronomio 8:18
Aunque suene contradictorio, puede ser más fácil administrar la escasez que la abundancia. El éxito puede ser una prueba más difícil de manejar que el fracaso. En esta cita vemos que Moisés nos está alertando sobre no olvidar, cuando las finanzas marchen muy bien y nos sobreabunde, que ese bien tiene una única fuente: Dios. Ahora bien, ¿será que Dios tiene un problema de autoestima y siente celos o envidia de los que prosperan, y por eso necesita que les demos el crédito? De ningún modo. Simplemente nuestro Padre, una vez más, nos protege. Cuando tenemos éxito en algún área de la vida, particularmente en la económica, nos volvemos complacientes, nos acomodamos y nos enorgullecemos, y si moramos allí por cierto tiempo, podría sorprendernos el fracaso. Es difícil ser humilde cuando las riquezas abundan. Por eso vemos a gente victoriosa como David, cantándole a Dios: “Tú eres mi Señor; No hay para mí bien fuera de ti”, (Salmos 16:2b), o a Juan Bautista afirmando: “No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Juan 3:27), y al apóstol Santiago escribiendo: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto…” (Santiago 1:17a).
Ahora bien, ¿Se opone Dios a que prosperemos? Me cuesta pensar así cuando leo acá que es Él quien nos da el poder para hacer riquezas. Es más, no solo nos da ese poder, sino que al hacerlo “confirma el pacto que juró a nuestros padres.” En otras palabras, si prosperamos según el poder que Él nos da (no otro), somos testimonio de que Él cumple Su pacto. Si, vuélvelo a leer. No permitas que paradigmas y argumentos culturales te confundan. Dios está diciendo claramente en esta cita que el poder para hacer riquezas viene con Su pacto. Si tu has creído en Jesucristo, entonces eres heredero de Abraham, y ese pacto te incluye. Usa sabiamente el poder que Dios te da para hacer riquezas. No te apegues a ellas. Que no sean tu meta sino la consecuencia de tu andar con Dios. No te jactes de tus propias fuerzas. Se humilde, reconociendo que “no hay bien para ti fuera de Él.” Solo así Dios podrá confirmar Su pacto dándote ese poder. Úsalo con sabiduría. Esfuérzate mucho y se valiente, pero que sea Dios quien te prospere:
“La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con ella.” Proverbios 10:22