El virus más peligroso

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,” Hechos 3:19

La pandemia corona virus ha sacudido a la humanidad entera. Nos ha recordado nuestra fragilidad y temporalidad, y nos ha sacado de nuestra rutina, de nuestra “normalidad.” Reaccionamos con temor ante un futuro incierto y esperamos con ansiedad que la ciencia provea la vacuna para librarnos de él. Sin embargo, desde el inicio de la humanidad ha existido otro virus mucho más mortal y que ha llevado a millones y millones a la muerte, y del cual cada ser humano es portador, aún los niños, con la diferencia de que éstos solo lo incuban, hasta cierta edad. La Biblia le llama pecado y no significa otra cosa que errar el blanco. Dios nos creó con un propósito y nosotros, en nuestra rebelión e ilusión de control, nos desviamos de dicho plan, persiguiendo lo que no nos corresponde y buscando el amor, la paz y la felicidad muy lejos de donde estos habitan.

Al igual que muchos otros virus que portamos sin haber sido diagnosticados, podemos acostumbrarnos a ellos y sentirnos bien, convencidos de que nada pasa, que todo está bien. Los portamos y estamos completamente contagiados, pero si los síntomas son leves, no nos preocupamos demasiado, hasta que no soportamos el dolor y nuestro cuerpo nos grita que necesitamos atención. Del mismo modo, nuestras iniquidades nos han separado de Dios, dejándonos huérfanos, pero con el tiempo nos hemos acostumbrados a vivir así, en temor y ansiedad, con ciertos vicios y frustraciones, procurando desesperadamente juntar pequeños momentos de placer creyendo que, si aumentamos su frecuencia, entonces seremos felices. Pero no funciona así. Tarde o temprano el virus del pecado manifiesta sus consecuencias y solo entonces nos percatamos de que, buscando vivir a nuestra manera, tan solo hemos acelerado nuestra muerte. Pero te tengo una excelente noticia, Dios proveyó la vacuna contra este mortal virus del pecado: la sangre de Jesucristo. Por eso Pedro nos dice acá que nos arrepintamos y nos convirtamos. Arrepentirse significa enderezar el rumbo para dar en el blanco. Convertirse implica ser transformados. Solamente en Jesús podemos vivir en victoria y libertad; solo en Él podemos tener esperanza y vivir en paz, tiempos de refrigerio. Dios nos amó tanto que murió para darnos vida. No te lo pierdas, cree en Jesús:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: