Viviendo al abrigo del Altísimo

“No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.” Salmo 91:5-6

Dios promete esta cita a aquellos que cumplan la condición indicada en el verso 1: habiten al abrigo del Altísimo, y por lo tanto moren bajo la sombra del Dios Omnipotente. Existe un paralelismo entre ambas oraciones: Habitar y morar, al abrigo y a la sombra, del Altísimo y del Omnipotente. Ahora bien, habitar y morar implican continuidad, modo de vida, el día a día. Al abrigo sugiere cercanía además de protección; no puedes usar un abrigo sin pegártelo a tu piel, sin cubrirte con él. Del mismo modo, no podemos estar a la sombra de un árbol si no estamos cerca de éste, de su tronco, de sus ramas. El Altísimo y el Omnipotente hablan de honra y poder ilimitados, de la más alta dignidad y señorío. Entonces, ¿quién es aquel que no temerá el terror nocturno? El que diariamente está cercano al Todopoderoso.

Este Salmo parece escrito para este tiempo. Habla de “pestilencia que ande en oscuridad,” es decir invisible, no detectable al ojo natural (como el Covid19), y de “mortandad que en medio del día destruya,” lo cual todos hemos visto en imágenes de diferentes geografías. Y promete nuevamente: “No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada.” (Verso 10). La pregunta es: ¿cómo puedo habitar al abrigo del Altísimo? El profeta Isaías nos insta: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” (Isaías 59:1-2). Dios siempre está dispuesto para salvar y su oído presto para oír, pero nuestras rebeliones nos han separado de Él, y por eso ha apartado su rostro. ¿Cómo podemos revertir eso? Siguiendo el consejo que resuena a lo largo de toda la Biblia y que revela el corazón de Dios: “…arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.” (Hechos 3:19). Si ofendes a alguien, solo esa persona puede perdonarte. Hemos ofendidos a Dios y necesitamos reconciliarnos porque es la relación más importante, influyente y relevante que podemos tener. Nadie nos ama más, nadie nos puede ayudar más, nadie nos conoce mejor. Arrepentirnos simplemente significa corregir el rumbo para dar en el blanco. Dios no está dando una nueva y preciosa oportunidad de corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde…

“Buscadme, y viviréis…” Amos 5:4b

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: