La pura gracia de la amistad con Dios

“E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: !!Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.” 1 Crónicas 4:10

Cada vez que leo este verso, aunque lo he leído y estudiado en diferentes épocas de mi vida, aun me quedo esperando leer a qué se compromete este hombre peculiar. Él pide varias cosas: la bendición de Dios, que su territorio sea ensanchado, que Su mano esté con él, y que lo libre del mal, y como empieza con un “si”, inconscientemente espero a un “si” condicional (si Tú haces esto por mí, yo haré aquello para Ti…). ¿No te parece que va a prometerle algo a Dios? Pero no. Jabes no está tratando de hacer un pacto con Dios ni le promete hacer algo cuando reciba lo pedido. Él no se basa en sus penitencias ni sacrificios. Jabes solo está compartiéndole a su Dios los sueños de su corazón. Parecido a quien le habla a un amigo y le dice “¿te imaginas si mi esposa fuera sanada y pudiéramos compartir juntos más años?” o bien: “ojalá pudiera prosperar mi negocio o trabajo, comprar esa casa, recuperar mi matrimonio, hacer crecer ese ministerio o estudiar esa carrera.” Tú nómbralo. De hecho, en el Salmo 37, David nos instruye algo que va en esa misma línea: “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.” Dios te bendice por ser Su hijo y por ser Su amigo. Por eso dice Pablo que Él es galardonador de los que le buscan (Hebreos 11:6b).

Cuando Jesús fue a esa cruz a sufrir tormentos insoportables para darte una vida plena y librarte del error y de toda maldición, no lo hizo esperando que tú le pagaras después de algún modo. Lo hizo por quien tú ya eres para Él. Un tesoro indescriptible. Jesús no dijo: “está bien, te voy a salvar, pero eso sí, luego te me portas bien y no vuelves a pecar jamás.” La religión nos ha enseñado la penitencia (el pagar las bendiciones con sufrimiento) y los sistemas legales resaltan la necesidad humana de los contratos e indemnizaciones. Si trabajo, me pagan; si no trabajo, me echan. Si me chocaste el auto me lo reparas, y si me regalas tu auto, sospecho que quieres alguna cosa a cambio… Pero el amor de Dios y Su misericordia convierten al contrato en pacto, y a la indemnización en gracia. Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hechos 20:35b). Dios quiere bendecirte porque te ama. Invócalo, invítalo a tu vida, déjalo entrar a tu corazón. No te enfoques en la bendición, busca diariamente a Aquel que te la da.

“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” 1 Juan 4:19

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