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“Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más.” 2 Samuel 12:7-8

El profeta Natán amonesta frontalmente a David porque cometió varios pecados que ofendieron a Dios. Primero, tomó (o debería decir forzó) a la mujer de uno de sus comandantes, cuando éste estaba en el frente de batalla defendiéndolo a él y a su reino. Y segundo, como consecuencia de este grave error, Betsabé salió embarazada por lo que David, luego de tratar infructuosamente que el esposo de Betsabé tuviera relaciones con ella, para que creyera que el hijo en su vientre era de él (y no del rey), ordenó que lo hicieran morir en batalla, junto a algunos otros. Eso trajo además vergüenza sobre Israel ya que David “hizo blasfemar a los enemigos de Jehová” (Verso 14). La falta era grave y el castigo inminente. Natán le informó que el niño moriría y, siete días después de esta confrontación, y a pesar de que David clamó y pidió perdón (se cree que fue en este tiempo que escribió la hermosa oración de arrepentimiento plasmada en el Salmo 51), el niño murió según lo había anunciado el profeta. Me agrada ver que David nunca reaccionó contra el profeta ni lo culpó de nada, sino que recibió su mensaje como de Dios.

David gozaba del favor y la gracia de Dios porque era un hombre íntegro, valeroso y obediente, y en este verso Dios no solo le recuerda todo lo que Él le había dado, sino que añade “y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más.” Me impresiona que Dios le diga que, si toda esa riqueza y honor no le hubiera satisfecho (“sido poco”), Él le hubiera dado todavía más. Parece que Dios no tenía reproche alguno en darle a David todo lo que le pidiera. Él se complacía en este hombre porque veía que, a pesar de su éxito, de su influencia, de sus muchas riquezas y honor, David siempre lo adoraba, lo buscaba, oraba y confiaba profundamente en Él. Por eso Dios mismo dijo respecto de él que era un “varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.” (Hechos 13:22b). Dios no tiene problemas en bendecirte con éxito, honor, paz y riquezas, siempre y cuando tu corazón esté alineado con el de Él. Lo que Dios demanda es todo tu corazón, sin religiosidad, sin adornos; Él busca constantemente almas entregados que le sirvan sin condiciones.

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.” Salmos 42:1

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