(Si) Jehová es mi Pastor… P-1

“Jehová es mi pastor; nada me faltará.” Salmos 23:1

Probablemente este sea el verso más conocido entre todos los Salmos compuestos por el rey David. Muchos lo recitan de memoria, otros lo leen antes de acostarse o en situaciones de preocupación, y algunos ingenuos y, debo decir, insensatos, colocan la Biblia en un lugar de honor de la casa y la dejan abierta en él (aunque nunca lo leen) con la esperanza de que, de algún modo, les proteja. De lo que algunos no se percatan es que, tanto la promesa de la segunda parte de este verso (“nada me faltará”) como las del resto del Salmo (“me hará descansar, confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia,” etc.), están condicionadas a: “Jehová es mi pastor.” En otras palabras, para yo poder aplicarla a mi persona como lo hace David, tendría que agregarle un “Si” condicional al principio, dejándola: “Si Jehová es mi pastor, entonces nada me faltará…”). ¿Te imaginas esta oración dicha por un ateo? Obviamente no le aplica, pero tampoco le aplica a nadie que no sea del rebaño de Dios. ¿Qué significa eso? Bueno, las ovejas se descarrían fácilmente y son víctimas fáciles de los depredadores. No saben pelear, ni siquiera huir. ¿Alguna vez has visto una oveja salvaje? Ninguna que lo haya intentado ha sobrevivido. Lo que pasa es que la oveja depende completamente del pastor.

¿Dependes tú del pastor completamente o solo le buscas cuando las cosas no salen como lo esperabas? En Juan 10:27, Jesús describe a sus ovejas: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.” ¿Oyes tú la voz de Dios (en su Palabra)? ¿Te conoce personalmente Él? Esto quiere decir, ¿ya te adoptó Jesús porque te arrepentiste de tus errores y lo invitaste de todo corazón a tu vida? Por último, ¿lo sigues, lo buscas, tomas siempre en cuenta su opinión? ¿Qué lugar dentro de tus prioridades ocupa Dios? Si no es el primero, entonces Él no es tu pastor. La invitación entonces es a que revises cada una de las promesas del Salmo y examines si esa promesa se cumple en tu vida. Si no es así, quizás debas entregarle esa área de tu corazón a Dios, para que Él la pastoree. Por ejemplo, si te falta algo, ¿por qué no se cumple la promesa? ¿Será que debes entregarle tus finanzas a Dios? “Confortará mi alma,” pero tengo depresión, ¿será que debo dejar de vivir por mis fuerzas y confiar más en Él? “Junto a aguas de reposo me pastoreará” pero vivo en ansiedad, ¿le podrá entregar mis preocupaciones? Después de todo:

“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” Salmos 23:6

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