De todo corazón

“Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.» Jeremías 29:12-13

Dios está hablándole al pueblo de Israel a través de su profeta, mostrándonos como Él quiere ser buscado: de todo nuestro corazón. Además, Dios promete que oirá nuestro clamor, nuestra oración, pero para ello debemos invocarlo, venir a Él, buscarlo como lo más importante. Los hijos de Coré describen ese sentimiento, ese anhelo con una poderosa metáfora: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Salmos 42:1). Muchos oran a Dios de una manera muy educada, sensata, racional, pero ello solo refleja falta de pasión por Jesús. Poco a poco se nos vuelve costumbre. Pasar tiempo con el ser más maravilloso del universo, quien tiene la inconcebible humildad de vivir en nosotros, deja de ser maravilloso para volverse una rutina diaria, una repetición mántrica de frases, un ritual religioso. Pero ¿por qué dijo Jesús que el primer mandamiento es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”? (Marcos 12:30). Porque Dios está apasionado por ti, al punto que se entregó a la muerte para darte vida. Él te acompaña a diario intentando constantemente llamar tu atención. Pinta nubes cuando sales y te muestra hermosos árboles cuando manejas. Luego una sonrisa, un pensamiento, gozo. El Espíritu Santo de Dios está constantemente atrayéndote a Él.

Pero nosotros estamos demasiado distraídos en lo no importante. El trabajo, pagar las facturas, las fiestas de los niños y comprar los abarrotes. Nada de malo con eso, pero a veces creemos que pasar tiempo con Dios, meditando tranquilamente en su Palabra (como lo hacía David indicando que el Señor “en lugares de delicados pastos lo hacía descansar y confortaba su alma”), es una pérdida de tiempo. La verdad es que tan solo meditar en la Palabra, nos renueva, nos infunde aliento y nos llena de paz y nuevas fuerzas. No podemos pasar tiempo diario con el Espíritu Santo de Dios sin ser transformados para mejor. Es simplemente imposible. Estar con Dios puede ser un tiempo precioso, glorioso, poderoso. De curiosidad y alabanza; de gozo y renovación; de comunión y paz. Si quieres ver la mano de Dios en tu vida; si quieres su respaldo y poder para predicar o ministrar; si quieres tener paz aún en medio de todos los retos y aflicciones de la vida, debes clamar a Dios, buscarlo con todas tus fuerzas, tus emociones, pensamientos y voluntad. Ser proactivo…

“Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis;” Amós 5:4

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: