Las Miradas de Jesús – P1
“La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.” Jesús en Lucas 11:34
El Maestro le está hablando a una multitud apiñada a su alrededor, equilibrando de forma magistral la simpleza de su lenguaje con lo poderoso de sus enseñanzas. Simplemente maravilloso. Dios estaba hablando de nuestros paradigmas y modelos mentales. La realidad no es lo que vemos. Lo que percibimos es solo una pequeña porción de esa realidad que, además, está fraccionada. Así como el microscopio magnifica una porción de la realidad, pero nos oculta todo lo demás, así lo que vemos está mapeado por nuestra cultura, emociones, lenguaje, historia y biología, y no logramos ver mucho más allá. Jesús nos advierte que, si la mirada (lámpara) es buena, estamos llenos de luz. Es como si los ojos alumbraran hacia adentro de nuestro ser. Si tenemos una lente sucia, la luz que entra será parcial, no total. Si tenemos cataratas en los ojos, la luz arrojará sombras. Los paradigmas hacen eso. Arrojan sombras. Por eso juzgamos tan rápidamente a otros, y asumimos que la forma que vemos o mejor dicho, la forma como vemos, es apropiada o no según nuestro mapa mental. Si la idea es redonda pero nuestro mapa es cuadrado, no entra. Si la idea es grande y nuestro paradigma pequeño, no cabe, no se concibe.
En una oportunidad Jesús les explicaba y debatía a un grupo de fariseos sobre su misión y, en un momento les pregunta retóricamente y se responde: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.” (Juan 8:43). El problema de estos líderes era que la palabra de Jesús abarcaba una realidad tan grande que sus mentes legalistas y acostumbradas a la tradición y a la rutina, no se lograban expandir, no se podían estirar. Ellos estaban llenos de paradigmas respecto a cómo luciría el Mesías, cómo se comportaría, como los liberaría de la opresión romana y, lo más importante, cómo los trataría a ellos. Dado que al Señor lo veían (por las lámparas de sus ojos) muy distante de sus expectativas, la reacción fue acallarlo y destruirlo. Sin embargo, las señales que hacía, irrefutablemente sobrenaturales, los tenían muy confundidos y divididos. Por eso Jesús afirmó que el Padre le había ocultado su conocimiento a los sabios y a los eruditos, y se las había revelado a los niños (Mateo 11:25). El niño tiene una mente adaptable. Puede crecer y tomar forma de perdón, de compasión, de reír, jugar y disfrutar.
“renovaos en el espíritu de vuestra mente,” Efesios 4:23
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