Las Miradas de Jesús – P3
“Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.” Lucas 7:13
Jesús salía de la ciudad y pasaba el funeral de un joven. Su madre, ahora sin su hijo único, también era viuda lo cual significaba que tendría que vivir de la caridad pública. Pero acá vemos que cuando el Maestro la vio, “se compadeció de ella.” Me encanta que antes de hacer el milagro le dice: “no llores.” Parece que a Jesús le dolía verla así y procura animarla. Inmediatamente detiene el féretro, le ordena al difunto que se levante, y el chico se sienta y comienza a hablar. Jesús tiene una mirada compasiva. A Él le duele la injusticia, le duele el sufrimiento. En otra oportunidad entró a la sinagoga y vio a una mujer que llevaba dieciocho años completamente encorvada: “Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.” (Lucas 13:12). Y la sanó completamente. Algo más impresionante aún hizo cuando fue a resucitar a Lázaro. Al ver a sus hermanas y amigos llorando, el Señor “se estremeció en espíritu y se conmovió” (Juan 11:33) y, a pesar de saber que lo iba a resucitar, leemos en el verso más corto de la Biblia que: “Jesús lloró” (Juan 11:35). No hay duda de que su mirada compasiva atravesaba las capas externas, penetrando hasta lo más adentro, al corazón.
Y quizás tú piensas: ¿por qué no hace así siempre? ¿Por qué hay tanta gente sufriendo en el mundo? Pienso que Jesús vino a mostrarnos un destello de su gloria; vino a manifestar el deseo del Padre para sus hijos, a traernos el reino de los cielos. Desafortunadamente, como sociedad, como humanidad, lo hemos excluido de nuestras vidas, de nuestras ciudades, leyes, familia y educación. Además, Él es soberano y muchas cosas que hace en su soberanía no podemos entenderlas. Sin embargo, Dios te ama y tiene compasión de ti. Por ejemplo, cuando supo que Lázaro estaba enfermo se quedó dos días más. Jesús voluntariamente retrasó su visita para llegar cuatro días después de su muerte, y mostrar así al mundo su poder extraordinario. Hay pruebas que se alargan, no porque Dios quiere castigarte ni hacerte sufrir. Él es un Dios compasivo, pero a veces debemos pasar por momentos muy difíciles para que Él pueda revelarse a nosotros de maneras mucho más íntimas y únicas, tan sobrenaturales que no puedas dudar que solo pudo haber sido Él. Pero es importante que entiendas que, aún allí, en medio de la prueba, de la dificultad, su mirada compasiva y su presencia están sobre ti:
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33
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