Socórreme Señor

“Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.” Mateo 15:28

¿A qué mujer le está hablando Jesús? A una sirio-fenicia de la región de Canaán, que vino a rogarle y clamarle que liberara a su hija quien estaba “gravemente atormentada por un demonio.” Si bien no se dan más detalles del estado de la persona (no sabemos si era una niña o una jovencita ni conocemos que tipo de manifestaciones demoníacas sufría), vemos en el contexto que la víctima no acompañaba a su madre, sino que se había quedado en casa, lo cual podría significar que estaba tan mal que no podía salir de viaje. Lo impactante del caso es que Jesús la ignora. Si, Jesús, nuestro Jesús, el Hijo de Dios lleno de gracia y verdad, actúa como quien no quiere sanarla expresándole que Él vino a rescatar a las ovejas perdidas de Israel, no a los gentiles (no judíos). Aún los discípulos le piden al Maestro que la despida pues los está molestando con su insistencia. Me encanta la fe activa de esta mujer, decidida a no regresar a su casa sin llevar lo que vino a buscar de parte de Dios. Ella sabía que Dios podía, así que no perdía tiempo ofendiéndose cuando Jesús le dice que no está bien darle el pan de los hijos ¡a los perrillos! Pero ella, sin sentirse aludida, replicó: “Si, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.” Entonces Jesús le concede su deseo, luego de retar su persistencia y de ser impresionado por su fe.

Admiro el coraje y resiliencia de esta mujer que se expuso a cualquier tipo de crítica o humillación, sin importar las consecuencias. Su hija era lo único que importaba y este Maestro de Galilea tenía la solución, por lo que ella no se iría con un no por respuesta. Esta extranjera no estaba preocupada por lo que otras personas dijeran o pensaran. No le interesaba si alguien posteaba en las redes sociales un video de ella estorbando el camino por donde avanzaba Jesús. Ella rogaba aun con más denuedo después que el Señor la llamó perrilla. No le importaba el qué dirán, los chismes que seguirían a su firme intervención ni tampoco si era maltratada. Ella ya había vivido suficiente tiempo con un demonio martirizando y esclavizando a su hija y familia, y ahora que estaba frente al Mesías, el remedio para esas aflicciones, el único que tenía el poder y la capacidad de libertar a su hija, no había fuerza en la tierra que pudiera detenerla. ¿Estás tú o alguien de tu casa atado, atormentado o controlado por un demonio? Si es así, haz lo mismo, aférrate a Jesús porque…

“… si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” Juan 8:36

1 comentario
  1. dulce aguilar dijo:

    Amen amen. Gracias

    Enviado de Samsung Mobile

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