Los Derechos de los Hijos – P1
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!” Gálatas 4:6
Cuando recibimos la vida eterna y somos reconciliados con el Padre a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz, recibimos el mayor de los privilegios: nos convertimos en hijos de Dios. Si bien toda la creación le pertenece al Creador, el derecho de hijo se adquiere solo a través de la adopción. Al igual que en algunos países donde se requiere el consentimiento de todo joven mayor de 12 años de edad para poder adoptarlo, así mismo Dios requiere que anheles su paternidad y la aceptes para convertirte en su hijo. Y acá Pablo nos enseña que cuando esto ocurre, Dios nos envía al mismo Espíritu de su Hijo que es el que nos permite clamar: Abba (que significa Papi). En otras palabras, es a través del Espíritu de Dios que podemos reconocerlo como tal. De hecho, “nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1 Corintios 12:3b). Si tú has aceptado sinceramente a Jesucristo como tu único y suficiente Salvador, debes saber dos cosas: Primera, que es el Espíritu Santo quien te atrajo a Él mismo; y segundo: eres hija, eres hijo de Dios. Eres una nueva criatura, un nuevo ser que proviene de Él, no de la voluntad de hombre; hechura de Dios.
Ahora bien, ser hijo tiene privilegios. El primero de ellos es que tienes acceso directo al trono de la gracia mediante la oración. Puedes clamar a Dios porque Él ha prometido atender tu petición, ofreciéndote “oportuno socorro”. Muchas personas tienen la imagen de que Dios es una fuerza y no una persona, y por eso le atribuyen características mecánicas, llamándole “universo” y “mente universal”, pero eso es porque no le conocen. El Dios que se revela a través de los Evangelios es un Papá. Está atento a sus hijos y los ama, y se goza con ellos, deseando su bien, por lo cual nos ha llenado de promesas. Él anhela que todos sean parte de su gran familia, pero no va a forzar a nadie a entrar en ella. Para algunos esto es injusto, pero no veo por qué. Todos tratamos a nuestros hijos mejor que a los extraños, y esto ocurre porque estamos hechos a su imagen y semejanza. Dios es justo y no hace excepción de personas; todos son bienvenidos al Reino y ese es el anhelo de su corazón, pero Él hace una clara diferenciación entre los suyos y los que no le pertenece; entre los que somos de su Reino y los que son del mundo.
“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” Gálatas 4:7
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