El Libre Albedrío y Nuestros Hijos – P2
“Como el gorrión en su vagar, y la golondrina en su vuelo, Así la maldición nunca vendrá sin causa.” Proverbios 26:2
¿Qué tienen en común el metro de Nueva York, el aeropuerto de Singapur y el sistema público de tranvías de Basilea? A primera vista, todos parecen lugares caóticos, sin embargo, sabemos que cada tranvía y avión tienen una hora de salida y una de llegada, una ruta específica, un número de paradas específicas y una cantidad de personas servidas. Algo parecido ocurre con nuestras bendiciones y maldiciones según este verso: cuando vemos un gorrión o golondrinas volando, podemos pensar que están solo jugando sin razón, pero realmente están cazando o migrando con un plan definido. Cuando consideramos que los aciertos y errores de nuestros padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos afectan nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos, y tratamos de reconciliar cada efecto con su causa original, tendemos a pensar que éstas son más bien resultado del azar. Sin embargo, al igual que los tranvías, vagones y aviones, todo está perfectamente ordenado. Lo que tú haces con tu cuerpo, con tu dinero o tratando de controlar tu destino, afecta positiva (con bendiciones) y negativamente (con maldiciones) a tus generaciones, de una manera exacta, matemática, específica. Es imposible trazarlo por la falta de información y porque los efectos se pueden ver solo muchos años después de su causa, sin embargo, Dios nos asegura que todo tiene una razón.
La Biblia nos enseña que cuando el rey David deseó y tomó a Betsabé, la esposa de su comandante Urías que estaba junto con el ejército batallando por Israel, activó una maldición generacional de inmoralidad sexual. Posteriormente, al hacer matar a Urías ya que Betsabé salió embarazada de David, activó otra. Debido a estas causas vemos años después a su hijo Amnón patológicamente apasionado por su media hermana Tamar (también hija de David), a quien engañó y violó para luego aborrecerla. En venganza, Absalón, otro hijo de David asesinaría a Amnón para vengar a su hermana. Este mismo Absalón, persiguiendo a su padre para matarlo, tomaría a sus concubinas en sus tiendas en medio de la ciudad, con el fin de hacerse aborrecible a su padre. Afortunadamente, a través de la sangre de Cristo, tú y yo podemos clamar a Jesús para romper las maldiciones que nuestros ancestros y nosotros hemos traído sobre nuestras generaciones, limpiando su futuro…
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero).” Gálatas 3:13
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