La Llave de la Puerta Estrecha – P1
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;” Mateo 7:13
Existen dos puertas. Una estrecha que lleva a la vida donde pocos entran, y otra amplia que lleva a la perdición, por la que muchos pasan. No hay terceras opciones. La gente confía en sus “religiones” pero Jesús nos enseña que ninguna de ellas salva. Cuando partimos de nuestro cuerpo, solo existen dos caminos, el de la vida (que pocos hallan) y el de la perdición o muerte (por el que entran muchos). Pero la religión nos ha engañado. Primero, nos ha hecho creer que nuestros méritos pueden ser suficientes para entrar a un lugar perfecto donde reina la santidad y la justicia, como lo es el cielo. FALSO. Segundo, que hay muchas puertas y que son opcionales. FALSO. Decir que cada uno de nosotros podemos tener nuestra propia religión es como decir que cada quién puede tener su propio sol. No importa cuánto filosofemos ni la opinión que cada uno tenga, existe solo un sol en el sistema solar; de él viene la luz y es su calor el que nos mantiene vivos, te guste o no. La pregunta para los que desean escoger su propio camino a la salvación es: ¿estás buscando la verdad o tu tranquilidad? Tercero, que todos vamos al cielo porque ¿cómo un Dios de amor va a enviarnos al sufrimiento? FALSO. Jesús es absolutamente claro en esta cita. Él no nos envía a la perdición. Nosotros hemos escogido vivir según nuestros principios siendo nuestros propios dioses, decidiendo lo que está bien y lo que está mal. Él dice que matar está mal y nosotros decimos que abortar está bien. Él dice que la inmoralidad sexual es abominación y nosotros decimos “no”, está bien. Él dice que la idolatría nos destruye, y nosotros decimos que nos guía.
Ahora bien. La humanidad ya está en ese camino. En otras palabras, Jesús no nos dice que escojamos una de las puertas. Ya entramos por el camino amplio. A veces imagino ese camino a la perdición como una gigantesca avenida con muchedumbres de gente, donde todos están distraídos en sus asuntos, en sus facturas, en sus trabajos y relaciones, mientras la calle se mueve sola, como la cinta de una caminadora eléctrica, tan lentamente que nadie percibe que se acercan al borde de un abismo, donde hay fuego que parece lava volcánica. Y allí, a la derecha está Jesús con sus brazos abiertos de par en par, como en la Cruz, llamándonos para que entremos por la puerta estrecha, pero muy pocos le ponen atención. Y no veo otra puerta de salida. No veo a Buda ni al Papa allí, tampoco a Mahoma ni alguna virgen. Solo Aquel que pagó por tus pecados está allí, porque Él es la Puerta.
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.” Jesús en Juan 10:9
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