La Eterna Ley de la Siembra y la Cosecha – P1

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Gálatas 6:7

Más claro no canta un gallo diría mi madre. ¿Quién siembra trigo y espera mangos? Pues, los seres humanos. Muchos creen que pueden cosechar lo que no han sembrado. Siembran odio y esperan amor; discordia y esperan armonía; esperan gozo mientras hacen sufrir a otros. Pero no se puede. La ley de la siembra y la cosecha no puede ser burlada. Ahora bien, ¿por qué somos tan irracionales? Porque, aunque sabemos que vamos a cosechar exactamente lo que sembremos, la cosecha se tarda y en nuestra ingenuidad, no la conectamos con la siembra que hicimos. A veces pienso que nuestro inconsciente cree que, del mismo modo que se nos olvidan los cardos y espinos que sembramos, estos desaparecen. Por eso vemos a tantas personas quejarse de lo que les ocurre, mientras que los que le conocen, identifican claramente la razón. Están recibiendo lo que han sembrado. Peor aún, si siembras un aguacate, no cosecharás uno sino muchos. Mientras más estaciones pases sembrando mala semilla, mucho más recogerás de lo mismo.

Ahora bien, el problema no es solo la semilla que sembramos sino como la cultivamos. La queja es un fertilizante poderoso; la maldición es como agua fresca de riego; la autocompasión como remover la tierra, y la envidia, como ponerle abono. He visto personas que no solo abandonan a su cónyuge quedándose con todo lo que puedan para perseguir una nueva relación, sino que luego dedican gran parte del tiempo con esa nueva persona, a maldecir a su expareja, a acusarla y a hablar mal de ella y aún a sus hijos. Luego, cuando aparecen los primeros problemas con la segunda familia, se preguntan qué pasó. Por otro lado, algunos padres nos esforzamos por darles lo mejor a nuestros hijos, pero cuando las cosas alguno de los chicos se descarría un poco, comenzamos a pronosticar que “nunca va a lograr nada”, que con ese carácter “nunca se va a casar”, etc. Pero no conviene destruir la semilla sino regarla. Aprendamos a bendecir continuamente lo que confesamos en oración. Perseveremos creyendo la verdad eterna e indestructible y no nos dejemos distraer por lo que nuestros sentidos perciben. Eso no es ser iluso ni ingenuo sino tener fe. Cuando pelees con tu esposa, bendice silenciosamente tu matrimonio; cuando tus finanzas parezcan ir en la dirección contraria, confiesa que tú has sembrado y por eso cosecharás. Cuando otros busquen consejo o aliento en ti, y te sientas imposibilitado a darlo por tus propios retos, hazlo de todos modos.

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Gálatas 6:9

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