El Principio de la Honra – P2
“¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.” Marcos 6:3
Jesús había venido a su pueblo natal para traerles las buenas nuevas a ellos también. Imagino que quería sanar a sus familiares, parientes y excompañeros de escuela. Quizás vería a antiguos clientes de la carpintería que su padre terrenal José y Él poseían. Sin embargo, a pesar de que su fama llenaba todo Israel y más allá, pudo más el enemigo número uno de la honra: La familiaridad. Por alguna razón subestimamos lo que conocemos. Tenemos paradigmas irreales de perfección y cuando un ser querido, cercano, logra algo grande, lo subestimamos, lo envidiamos, lo minimizamos para sentirnos mejor. Sus amigos y conocidos se aseguraban de “ponerlo en su lugar”: “¿no es este el carpintero?” Nada mejor que una etiqueta para limitar a otro: ella es solo una enfermera; él es solo un taxista, o un vendedor; ella es solo una joven, solo una viejita, solo un estudiante, solo un extranjero, solo esto o solo aquello. Pero tú no eres solo nada. Tú eres un ser especial y único, creación de Dios. Ahora imagínate tratar de poner una etiqueta limitante a Jesús, el Creador del universo entero, Rey de reyes y Señor de señores.
La humanidad necesita desesperadamente de honra. Aparte de honrar a Dios necesitamos honor para nuestros ancianos y padres, para nuestras autoridades y pastores; para los policías, bomberos y rescatistas; para nuestros cónyuges e hijos. Pero la familiaridad y la cotidianidad conspiran diariamente contra esto tan importante. Tu esposa necesita sentirse amada y valorada, tener una voz en tus decisiones; tu esposo necesita tu admiración y respeto para cumplir su propósito. Cada uno de nosotros se mueve alrededor del lugar donde recibe honra. Es simple, si puedes ir a dos lugares, en uno recibes crítica y deshonra, te subestiman y desvaloran, y en otro encuentras apreciación y reconocimiento, admiración y honor, ¿a cuál prefieres ir? Lo mismo pasa con tu cónyuge e hijos. Si solo les criticas en vez de halagarlos, irán a buscar los halagos fuera de casa. El secreto no es recalcar el comportamiento que está mal sino afirmar y reforzar lo que queremos ver más. La mayoría de nosotros somos más atraídos por el halago que por la crítica, por el amor y el respeto que por el juicio y el irrespeto. La honra tiene el don de sacar lo mejor de cada persona, su grandeza, su excelencia, y además se contagia y regresa a uno. Honra a tu cónyuge, muéstrale que le amas y respetas:
“Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” Efesios 5:33
Debe estar conectado para enviar un comentario.