Lidiando con la Decepción – P1

“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.” 2 Timoteo 4:16

Muchos estudiosos creen que esta fue la última carta de Pablo. Estaba en prisión y en diferentes juicios defendiéndose de los ataques de los romanos, de los religiosos y de los gentiles, luego de muchos años de batalla incesante. Pablo escribió prácticamente la mitad del Nuevo Testamento, viajó por toda Asia, fue múltiples veces apresado, azotado, fue apedreado y perseguido, y hasta en naufragios estuvo. Luego de una vida dedicada a servir a Jesús a través de servir a multitudes de personas, parece estar un poco desconsolado. Sabe que su hora se acerca y en esta primera defensa tan importante “ninguno estuvo a su lado, sino que todos lo desampararon.” Ya en los versos anteriores le está abriendo su corazón de apóstol a su amado discípulo Timoteo diciéndole que Demas, uno de sus muchos colaboradores, le dio la espalda. Además, el calderero Alejandro le había causado males oponiéndose a la Palabra mientras sus otros discípulos (Crescente, Tíquico y Tito) estaban ocupados en el ministerio. Se sentía solo Pablo. Sin embargo, no leemos que se haya quedado en ese estado culpando a otros. Podría haber escrito algo cómo: “Yo que los formé, que he sido un padre espiritual para ellos y ahora, en mi hora oscura, me dejan.” Pero Pablo no sufría de autocompasión, por eso inmediatamente expresa su deseo: “no les sea tomado en cuenta.”

¿Te han decepcionado? Si no lo han hecho debes ser muy joven porque los seres humanos tendemos a decepcionar. El diccionario define decepción como un: “pesar causado por un desengaño.” Es decir, una tristeza, una frustración, una rabia porque una mentira que creíste fue desecha, descubierta, revelada. Alguien traicionó tu confianza, se burló de tu sinceridad. Lo más duro es que a veces son los más cercanos, los que mejor nos conocen, los que “meten su mano en nuestro plato”, los que deciden apostarle a otro y no a ti. Uno de nuestros padres abandona a la familia; un amigo cercano postea en sus redes algo que le dijiste en privado; pierdes tu trabajo por una mentira de tu jefe a quien siempre has honrado; tu prometida te deja, tus mejores amigas te rechazan, tu grupo de oración de la iglesia murmura sobre ti o cree en un rumor… Las decepciones son múltiples y vienen en todos los tamaños y colores. Y duelen. ¿Qué hacemos? No niegues el dolor. No pretendas que no pasa nada. Toma el tiempo necesario para tener un duelo personal, para llorar, gritar, escribir solo para ti lo que sientes… Y luego enfócate en Dios. ¿Por qué? Porque todos somos humanos y solo Él nunca nos decepcionará:

“Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, …” 2 Timoteo 4:17a

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