¿Por que Dios permite tanta Injusticia? – P1
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas.” Santiago 1:2
Hay dos malentendidos muy comunes en la humanidad. El primero afirma que, si las cosas van ocurriendo de acuerdo con nuestros planes, si todo está bien conmigo y los míos, estoy bendecido por Dios. El Señor está conmigo y me respalda. Pero en cuanto las cosas se salen de nuestro control y expectativas, en cuanto se nos presenta un reto inesperado o una prueba difícil, nos preguntamos si Dios nos abandonó, si no le importamos, si realmente existe o si nos está probando o castigando porque hicimos algo mal. Particularmente sucumbimos a este estado cuando somos víctimas de la injusticia. Sin embargo, cuando leemos la Biblia entendemos que, a pesar de que toda la historia inicia con un jardín de perfección en Génesis y termina con una absoluta victoria también en perfección en Apocalipsis, todo lo que está en el medio es la dolorosa historia de la redención de la humanidad. Toda las Escrituras entre esos dos márgenes están llenas del pecado y sus consecuencias: sufrimiento, injusticia, guerras, traiciones, mortandades, hambrunas, sequías, tiranías y mucho más. El mismo Jesús advirtió que aún sus discípulos “en el mundo tendrían aflicción.” Una vez que la humanidad peca y decide desobedecer a Dios, y vivir por cientos de generaciones de acuerdo con su voluntad y no según principios divinos, la justicia como la idealizamos los seres humanos resulta imposible. El pecado trae maldición, torpeza e ignorancia, y afecta no solamente al pecador sino a su familia, a sus hijos y nietos, a toda su descendencia y a la sociedad, a su nación e incluso a la creación (Romanos 8:19).
El segundo malentendido es olvidar que nuestro juicio está sesgado, y que todos nos juzgamos mejores que otros y de lo que realmente somos. Actuamos duramente con los demás, pero suavemente con nosotros. Críticos con la conducta de otros, indulgentes con la nuestra. Los demás gritan, nosotros proyectamos la voz. Otros ofenden, nosotros corregimos. Queremos justicia para el que yerra, pero creemos merecer misericordia cuando erramos. Y si piensas que ese no es tu caso, que tú si eres capaz de ponderar justamente, es probable que este sesgo sea tan grande que no lo puedas notar. Pero solo Dios puede juzgar justamente, y la verdad es que a veces, aunque nos parezca injusto o inmerecido, el dolor y la prueba vienen de parte de Dios, para despertarnos, para hacernos reaccionar y caminar hacia nuestra misión. El dolor es una bendición porque nos hace ver lo que está mal. Recuerda que Dios no está interesado en tu comodidad sino en tu propósito.
“sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Santiago 1:2
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