La Inalterable Bondad de Dios – P2
“Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos.” Isaías 50:6
En este verso vemos la inalterable bondad de Dios de una forma diferente. Es un amor fiero, dispuesto a todo con tal de salvarnos. Jesús no fue un mártir indefenso, Él pudo librarse de haberlo deseado. En Getsemaní literalmente esperaba a Judas con sus captores, y cuando Pedro trato de defenderle, el Maestro le dijo: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53) Unos meses antes había afirmado que Él ponía su vida para volverla a tomar, que nadie se la quitaba, sino que Él la ponía (Juan 10:17-18), es decir la entregaba en nuestro lugar, por nuestra salvación, porque Jesús es el rescate por nuestras almas. Pero eso no hizo el sacrificio menos doloroso y acá, unos siete siglos antes de que ocurra, el profeta anuncia que el Mesías daría su cuerpo a los que le herirían y sus mejillas a los que arrancarían su barba; no escondería su cara de las injurias e insultos, ni de los escupitajos, y en el verso siguiente agrega que pondría “su rostro como un pedernal,” es decir endurecería su cara para recibir los puñetazos de sus verdugos.
Dios te ama sin condiciones. Él no esperó ver tus méritos ni buena conducta para morir por ti. Él te abrió la Puerta a la vida a través de su muerte casi dos mil años antes de que nacieras, y su amor es tan grande que aún te da la libertad de escogerlo, que es su anhelo, o de rechazarlo, que es su mayor dolor. Juan dice que “nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19) Eso no significa que Dios no te corrija. Él es Señor, no un alcahuete, pero nos muestra que su amor siempre está esperando que retornemos a Él. Dios apuesta a ti, cree en ti y te ama tal y como eres y dónde estás ahora. Él no está a la cacería de tus defectos sino atento a tus virtudes. No determina tu futuro según tu pasado, sino te ofrece una nueva vida. De hecho, más que una nueva vida nos reconstruye, nos hace una nueva creación. Al pueblo de Israel (hoy en día, el Israel espiritual somos todos los que hemos confesado a Jesucristo como nuestro Salvador), nos ha prometido llevarnos adelante, sacarnos en victoria contra todo pronóstico, al punto de ofrecer “soportarnos” (darnos soporte, pero también aguantarnos). Él nos llevará, soportará y guardará como su tesoro. Así de grande es su bondad inalterable:
“Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.” Isaías 46:4
Debe estar conectado para enviar un comentario.