La Inalterable Bondad de Dios – P3
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.” 1 Juan 1:5
El apóstol advierte la verdadera naturaleza de Dios: Luz, y que no hay en Él ningunas tinieblas, es decir el es 100% luz, no 99.9%. Y tú quizás me preguntas, ¿y por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? Bueno, por la maldad nuestra. Primeramente, le hemos dado entrada a satanás a nuestras vidas, a nuestras familias, casas y escuelas. Además, hemos vivido por siglos separados de Dios y de su Palabra y eso hace que tomemos pésimas decisiones basadas en nuestro interés y egoísmo, en nuestra propia opinión y nuestro muy limitado conocimiento de la realidad. Como consecuencia de lo anterior, también arrastramos maldiciones generacionales, cadenas de iniquidad que se han transferido de padres a hijos. Estas son las causas del mal que vemos en el mundo, no Dios, y Él no puede destruirlas porque lo hemos expulsado. Él solo interviene donde se le busca y se le honra. Dios respeta nuestro libre albedrío y si lo rechazamos, se queda afuera, esperando a ser llamado para intervenir, pero nunca vendrá sin pedírselo. Si yo cierro las cortinas y apago las luces de mi casa y, bajando a oscuras las escaleras me caigo, ¿puedo culpar a Dios?
La Verdad es que Dios “hace llover sobre buenos y malos.” Él provee todo lo necesario para la vida, árboles que transformen el anhídrido carbónico en limpio oxígeno para nuestros pulmones; masas de agua y vientos que equilibren el clima y permiten un constante riego de todo el sistema. Un cuerpo humano tan maravilloso que la ciencia apenas comienza a descubrir el genoma humano tal y como se describe en Salmos 139:16; con un cerebro que recién hemos aprendido es capaz de regenerarse a sí mismo según nuestros pensamientos, como lo indica Romanos 12:2. En Él no hay tinieblas. Somos nosotros los que nos metemos a la penumbra y le atribuimos la oscuridad. Somos nosotros los que nos metemos al pantano y nos quejamos de los mosquitos y serpientes. Dios desea y anhela solo una cosa: tu bien. Quiere que seas bendito, tú y tu cónyuge, y tus hijos. Como el buen Padre que es, desea lo mejor para sus hijos. David dice: “No hay bien para mi fuera de Ti”, y Santiago nos advierte que no erremos, que no nos equivoquemos atribuyéndole a Dios lo que Él no es. Por eso nos aclara que todo lo verdaderamente bueno proviene solo del Padre de las luces, y su corazón nunca cambia:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Santiago 1:17
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