Escucha la Voz de Dios

“Entonces David consultó a Dios, diciendo: ¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano? Y Jehová le dijo: Sube, porque yo los entregaré en tus manos.” 1 Crónicas 14:10

David era un guerrero aguerrido y experimentado. Desde su adolescencia había matado leones y osos que osaron atacarlo cuando él les arrancó sus ovejas de sus fauces. Ahora era un general y estratega consumado. Sin embargo, David no confiaba en sus habilidades ni en lo que decían sus comandantes, no. David se iba solo a su tienda y allí, de rodillas, le preguntaba a Dios: “¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano?” Y no atacaba hasta tener una clara respuesta: “Sube, porque yo los entregaré en tus manos.” Luego de esa batalla que David venció, los filisteos regresaron, pero David no se confió repitiendo su estrategia anterior. Él sabía que Dios Todopoderoso es creativo, por lo que volvió a preguntar y la respuesta fue distinta: “No subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente de las balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás; porque Jehová saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos.” David obedeció tan extrañas instrucciones y el resultado no se hizo esperar: “…hirió a los filisteos desde Geba hasta llegar a Gezer.”

Quizás tú y yo no tengamos que batallar contra ejércitos de malvados idólatras, pero estamos en guerra espiritual constante. Recuerda que nuestra batalla no es contra carne ni sangre sino contra las tinieblas, contra principados y potestades, y gobernantes de huestes de maldad. La guía divina es tan imperativa hoy en tu vida y en la mía como lo fue entonces en la vida de David e Israel. Sin esa guía no podremos vencer. La pregunta es, ¿por qué o por quién estás batallando? ¿Estás luchando contra una adicción, una enfermedad, contra una severa ansiedad o depresión? ¿Estás clamando a Dios por el retorno de un hijo, por la restauración de tu matrimonio o por un negocio que no termina de despegar? Sea cual sea la forma o tamaño del enemigo; sea su ataque sobre ti o sobre alguno de los tuyos; sea espiritual, emocional, físico, relacional o financiero, tú necesitas escuchar la voz de Dios. Viendo atrás me percato de cuantos errores cometí y me doy cuenta de que, aunque Dios me bendijo al arrepentirme y darle espacio para enderezar mi camino, las cosas hubieran salido siempre mejor si le hubiera dejado guiarme.

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” Jeremías 33:3

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