¿Por qué Erramos?

“Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.” Mateo 22:29

Miembros de la secta de los saduceos, un grupo de líderes religiosos antagónico a los fariseos, confrontaban a Jesús respecto al matrimonio y la resurrección, en la que no creían. Jesús les responde que se equivocan (yerran) debido a dos razones: La primera porque ignoran las Escrituras, la Palabra de Dios, y la segunda, porque ignoran el poder de Dios. Ahora bien, ellos conocían muy bien las Escrituras. De hecho, las estudiaban y memorizaban. Jesús se refiere probablemente a que las malinterpretaban o a que, a pesar de conocerlas, las desobedecían actuando manera diferente a lo que ellas indican. La pregunta que me hago es: ¿qué hago yo? Bueno, yo estudio a diario la Biblia, por lo que podría asumir que no la ignoro, además de que procuro, de corazón, seguirla. Y, ¿qué hay del poder de Dios? Pues, yo creo que Él es omnipotente, todopoderoso, así que estoy cubierto. Pero no, no es tan simple. Una cosa es creerlo con nuestro intelecto y otra, muy diferente, creerlo con lo profundo de nuestras entrañas.

Cuando tomo un simple verso bíblico y lo combino con el poder de Dios, el resultado es tan poderoso que, si pudiera creerlo de una manera contundente, no conocería el miedo. Por ejemplo, cuando leo que Jesús está conmigo todos los días hasta el fin del mundo; que Jehová acampa alrededor de los que le tememos, y nos defiende. Cuando veo que me dice que no tema, porque Él está conmigo; que no desmaye porque Él mi Dios que me esfuerza, y que siempre me ayudará y sustentará con su diestra. Cuando entiendo que murió para darme vida en abundancia. Cuando comprendo que no escatimó a su Hijo para restaurarme y restituirme; que sufrió todas mis enfermedades convirtiendo su cuerpo perfecto en una llaga para que yo sea sano. Que llevó todas mis maldiciones y fue herido por mis rebeliones y molido por mis pecados. Cuando leo que había un acta llena de decretos legales en mi contra que me acusaban, pero que entonces Él me dio vida juntamente con Él al clavar esa acta sobre la cruz. Cuando entiendo que soy lavado por su preciosa sangre y que todos mis errores y pecados han sido remitidos, me pregunto: ¿De qué me preocupo? Aunque a partir de hoy todo saliera mal en mi vida, ya Jesús me dio más que lo que nadie me puede dar: vida eterna junto a Él.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna,” Juan 3:16

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