La Trampa del Orgullo – P3

“Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.» 2 Reyes 5:2-3
En este relato pocos notan a la verdadera heroína de la historia. Esta joven había sido capturada por el ejército sirio bajo las órdenes de Naamán. Era una mezcla de empleada y esclava, sin salario, con la única ventaja de que le tocó servir a la esposa del gran comandante Naamán. Es muy probable que las bandas armadas que la capturaron hayan asesinado a sus familiares y amigos, y a todo hombre en la villa, al momento de atacarla. Ella tenía acceso a la intimidad de la habitación de su señor y señora. Por eso se enteró, seguramente, del tan bien guardado secreto de que el gran Naamán tenía la peor enfermedad de la época: lepra. Esta chica a la que ni siquiera se le menciona por su nombre, fue la que activó el milagro en la vida de Naamán. Ella tenía dos opciones: 1) regocijarse en el sufrimiento de aquel que ordenó el ataque a su villa y la muerte de sus seres queridos, o 2) compadecerse por el sufrimiento de ambos y servir de instrumento para que su señor fuese sanado y Jehová glorificado. Afortunadamente para Naamán, escogió lo segundo…
Es bueno escuchar a los que nos sirven. Es ventajoso ponerle atención a aquellos que nuestra sociedad considera inferiores de algún modo, ya sea por la riqueza, jerarquía, atractivo, influencia o fama. Los milagros se inician a través de que sirven, no a través de los orgullosos y altivos. Jesús mismo vino a servir y no a ser servido. La obediencia de esa joven, su corazón perdonador y su deseo de ayudar fueron los detonantes del poder de Dios. No subestimes a tus empleados, a los miembros menos preparados o de menor nivel dentro de tu equipo. Esa jerarquía solo existe para facilitar la toma de decisiones, no porque seamos superiores a nadie. Nunca te sientas como Naamán, demasiado grande ante otros porque todos somos interdependientes. Aprecia al que te sirve. Al taxista, a tu empleada doméstica, al chofer, al vigilante, al grande y al pequeño porque no sabes cómo Dios puede usarlos para bendecirte. De hecho, cuando el milagro casi se detuvo por la enorme arrogancia de Naamán, ¿qué lo activó nuevamente? Sus criados…
“Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” 2 Reyes 5:13
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