El Padre Nuestro _ P2

“… santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Mateo 6:9-10
Una vez declarado en la oración que Dios es ante todo Padre, que es nuestro (no solo mío sino también de todos mis hermanos), y que está en los cielos, en un ámbito desde donde tiene completo acceso a la tierra, Jesús mantiene el foco en el Padre: Tu nombre, tu reino, tu voluntad… La palabra original que se traduce como “santificado” sugiere que es alguien único, incomparable, inmarcesible (que no se puede marchitar), indescriptible. Santificado sea tu nombre nos habla de adorarlo, de exaltarlo, de levantar su nombre, de proclamarlo. Nuestro anhelo se convierte en nuestra oración: que su nombre sea respetado, amado, honrado por todos, seguido, respetado. Que todos le conozcan, le admiren, le amen y le sigan. Él es digno de ser seguido, exaltado, es el Rey de reyes y Señor de señores. Por eso dice David: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma…” (Salmos 34:1-2).
Venga tu reino: todos los conflictos que vivimos en la tierra, las peleas familiares, las decepciones y traiciones, las guerras, las tiranías, los abusos, el egoísmo, la idolatría, la inmoralidad, la violencia, la codicia, la lujuria, etc., son los frutos de la carne. Son la consecuencia de vivir en lo terrenal, en lo natural, en el egoísmo y guiados por lo peor de cada uno de nosotros. Ese ambiente carnal es llamado en la Biblia el reino de este siglo y satanás es su príncipe. Pero hay un reino superior, celestial, escritural, divino, espiritual, lleno de gracia y verdad, de justicia y poder. En este reino gobierna Jesús, a la diestra del Padre. La batalla en nuestras almas y en el mundo no es otra que la batalla entre dos reinos: el reino del bien y el del mal, el de la luz y el de las tinieblas, el reino de Jesús y el orgullo de las naciones. Jesús nos enseña acá a orar para que sus principios prevalezcan sobre la cultura, para que sus mandamientos gobiernen sobre toda rebelión, para que lo eterno domine sobre lo temporal. En inglés la palabra reino se traduce kingdom, término que proviene de dos palabras: king (rey) y dom (abreviatura de dominion), de modo que reino significa el dominio del rey. Pero cuando oramos porque venga ese reino, debemos empezar por nosotros, sometiéndonos a ese Rey sublime que dio su vida por nosotros. Y termina la primera mitad con “hágase tu voluntad”, tu deseo, tus mandamientos y estatutos, tus órdenes, como se hace en el cielo:
“… como en el cielo, así también en la tierra.” Mateo 6:10
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