Expande Tu Perspectiva

“Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre.” Salmos 34:3

David nos invita a engrandecer a Jehová. ¿Qué puede querer decirnos? ¿Acaso podemos nosotros de algún modo hacer más grande a Dios? Claro que no. No está hablando de que lo hagamos más grande, ya que es imposible porque Él es Omnipresente. David, en su sabiduría, nos invita a engrandecer a Jehová en nuestras vidas, en nuestras mentes, a aumentar el espacio que le damos en nuestras vidas; a meditar en su grandeza, exaltándolo por quien Él es. Cuando veo una flor a través de una lupa, y puedo ver clara y definidamente los pistilos y los colores, y de repente aparece una abeja y observo como se adhiere el polen a sus patas, puedo apreciarla más, impresionarme más. Algo parecido propone el Salmista. Observa a Dios, alábalo, exáltalo, medita en su grandeza, en su exuberancia, en su generosidad. ¡Engrandécelo! Está hablando de amplificarlo delante de nosotros, meditando en su gloria y magnificencia. Somos lo que pensamos, y tarde o temprano nos convertimos en aquello que meditamos. Cuando pensamos en la grandeza de Dios (como el mismo David dice en el Salmo 19:1 “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos”), nuestra perspectiva se ensancha, nuestra consciencia se expande, y vemos nuestras circunstancias en una escala proporcional a nuestro pensamiento.

Alabar a Dios es un acto natural si crees en Él. Nuestra mente no puede concebir gran parte de lo que es Dios porque no tenemos la capacidad necesaria (sus pensamientos no son nuestros pensamientos), sin embargo, al exaltarlo, al enfocarnos en Él, en sus virtudes y poder, en su verdad y su gracia, en su inteligencia e ingenio, en su sacrificio en la cruz y en su amor por nosotros, ensanchamos nuestro entendimiento. Cuando no alabamos a Dios ni meditamos en Él, terminamos humanizando a Dios, filtrando su gloria a través de nuestro entendimiento, limitando su poder infinito según nuestras preconcepciones. Así construimos una religión. Como no captamos su multiforme gracia, asumimos que a veces nos ama y a veces no. Debido a que no entendemos su amor sacrificial, pensamos que nos desprecia a pesar de que murió por nosotros. Pero cuando lo exaltamos, podemos entender un poquito más de su gloria, de su gracia, de su poder. Tenemos una relación. Por eso otro Salmo nos instruye:

“Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre.” Salmos 100:4

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