Los «Peros» de Dios – P2

“Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido.” Génesis 20:3
Abraham se había mudado a la tierra del Neguev, y allí tuvo miedo porque pensó que su muy atractiva esposa Sara, al llamar la atención de hombres poderosos como el rey Abimelec, podría causar que le mataran para poder tomarla como mujer. Por eso dijo al pueblo que ella era su hermana, no su mujer (lo cual era parcialmente cierto porque ambos eran hijos del mismo padre, pero de diferente madre). El rey, a quien seguramente le llegó muy pronto la noticia de que esta hermosa señora estaba en su territorio, mandó pronto a buscarla y la trajeron a su palacio. Pero Dios intervino. Antes de que la tomara como mujer, el Señor vino a Abimelec en sueño y le advirtió que moriría porque la mujer, Sara, estaba casada. Abimelec, asustadísimo, pronto confrontó a Abraham quien le explicó la razón de su media mentira y temor, y el rey, debido al fuerte impacto del sueño, le dio mil monedas de plata a Abraham para resarcirlo de cualquier malentendido. Además, cuando le devolvió a Sara, le añadió ovejas y vacas, siervos y siervas.
Me impresiona este “pero” de Dios. Abraham estaba actuando quizás guiado por el miedo, pero Dios intervino a su favor de todos modos. Creo que eso no ocurre cuando pertenecemos a una religión, a una rutina, a una tradición, sino cuando tenemos una relación genuina y personal con el mismísimo Jesucristo. A pesar de la torpeza o miedo de Abraham, Dios no iba a permitir que su plan fuese alterado. Que Sara, la anciana estéril, años después, cuando era aún más absurdo que ocurriese, daría a luz un hijo a quien por orden de Dios llamarían Issac, que significa Risa. Quizás te sientes culpable por algún error que cometiste en el pasado y que, aunque le has pedido perdón al Señor, aun te cuesta recibirlo. Pero acá vemos que cuando mantienes una relación con tu Padre Celestial, no se trata de ti, de tu actitud, santidad o esfuerzo. Tu Padre celestial interviene en tu defensa y en la defensa de tu propósito, aun cuando por temor hayas actuado cobardemente o no le seas fiel. A veces pienso que donde Abraham, el padre de la fe, dudaba, Dios cubría ese espacio usando la fe que a este patriarca le sobraba en otras áreas. Sé muy fiel en donde tú eres fuerte creyéndole, y Él se revelará en tu debilidad. Después de todo no se trata de ser cristiano sino “como Cristo”, amigo de Dios.
“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.” Isaías 41:8
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