Terrenal vs Celestial – P1

“Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” Juan 3:12
El Maestro está hablando con Nicodemo, un importante fariseo quien vino a Él de noche para no ser visto, y quien parece representar a un grupo de creyentes secretos, porque le dice a Jesús: “sabemos [en plural] que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.” Nicodemo esperaba la liberación de un opresor: Roma, pero Jesús viene a librarnos de otro opresor: el pecado. Le dice que debe nacer de nuevo y Nicodemo está confundido. Por eso Jesús le dice a él (y a mi) que, si no creo en las cosas terrenales que Jesús ha hecho en mí, ¿cómo podré creer las celestiales? Yo sé que Dios me ha protegido, me ha guiado, que dio su vida para salvar la mía; he visto su mano en sanidades y cuidados, en restauración de relaciones y familias; he visto personas ser liberadas de espíritus inmundos por el poder de su Nombre, y aún así a veces dudo. Si me cuesta aceptar lo terrenal, ¿imagina lo celestial?
En una oportunidad Jesús vio a Natanael y le dijo “he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.” (Juan 1:47) Natanael le pregunta que de donde le conoce, y Jesús le responde que cuando estaba bajo la higuera. El futuro discípulo entiende que Jesús lo vio de una manera sobrenatural porque era imposible que desde donde él estaba, lo pudiera haber visto con ojos naturales, y cae a sus pies reconociendo que Jesús es el Mesías. Me encanta la respuesta del Señor: “¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás … De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.” Fue algo como “¿solo por eso crees? Bueno, entonces prepárate porque vas a ver mucho más, verás cosas celestiales.” Tenemos una visión muy limitada del mundo físico, por ejemplo, no podemos ver a los átomos, no podemos escuchar fuera de cierto rango de sonidos ni ver muchas tonalidades de colores, no podemos movernos a mayor velocidad y ni siquiera podemos observar a nuestros propios órganos mientras nos mantienen vivos. Pero todas esas maravillas palidecen ante el mundo espiritual celestial. Allí se manifiesta Dios como luz, en su gloria, en su trono. Cuando tengas temor, recuerda que, desde allí, Él reina y señorea sobre toda la tierra y sobre ti.
“¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;” Salmos 8:1
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