Cuando el Juez Cambia de Opinión

“Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro.” 2 Reyes 20:3

Ese gran lloro no era para menos. El gran profeta Isaías acababa de entrar en la alcoba del rey Ezequías para darle la noticia tajante de que “moriría y no viviría.” Me impresiona que este rey ungido no le reclamó ni le pidió socorro, sino que de inmediato buscó su primera opción de siempre: Dios. Procuró privacidad inclinándose hacia la pared, y si observas la hermosa oración de arriba notarás que no le pidió vida ni salud. Ezequías solo le pidió a Dios que hiciera memoria. ¿Tienes tú memorias con Dios? No solo recuerdos de cuando te sacó del lodo, sino historias, memorias de una vida juntos, caminando junto a Él. Porque eso fue lo que Ezequías mencionó. “He andado delante de ti”, es decir he pasado tiempo, por meses y años estando en tu Presencia, adorándote. He andado “en verdad y con íntegro corazón.” Tú Señor has examinado mi corazón con frecuencia y sabes que te he servido, que te he amado, que Tú eres mi prioridad. Y termina la corta oración con “y que he hecho las cosas que te agradan.” No dice: “he tenido la intención de hacer” ni “he deseado hacer” sino “he hecho.” Dios bendice a los que hacen su voluntad, no a los que les gustaría o tienen la intención de hacerla. Intenciones no han salvado una sola vida, no han restaurado un matrimonio ni sanado un enfermo.

Y cuando Ezequías “lloró con gran lloro” Dios escuchó su oración y vio sus lágrimas. El Señor vio la total coherencia entre lo que Ezequías decía y cómo actuaba en su día a día, no solo ahora por estar enfermo, sino siempre. Además, sus lágrimas genuinas le revelaron al Creador la tristeza y el deseo del rey de seguir viviendo. Lo impresionante es que Ezequías solo le comparte su dolor, pero no le pide nada. Y ¿sabes qué? Dios cambia de opinión. Luego de los pocos segundos que esta sentida oración de Ezequías duró, Dios le habló de nuevo al profeta que apenas acababa de salir de la presencia del rey diciéndole: “Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.” En otras palabras, Dios decidió perdonarle la vida a Ezequías. Y no le dio algunos años sino quince, con una misión: librar la ciudad con la guía de Dios. ¡Impresionante!

«Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo.» 2 Reyes 20:6

Anuncio publicitario

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: