¿Para qué Dios si me tengo a mí?

“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; Pero Jehová pesa los corazones.” Proverbios 21:2

Hoy en día escuchamos insultos al sentido común con frases como “cada quién tiene su verdad” y “todo es relativo”, las cuales me parecen de las más insensatas e irracionales afirmaciones que se puedan balbucear en el siglo XXI. Una cosa es que cada persona tenga su muy respetable opinión, así como sus propias preferencias, y otra muy distinta es darle el título de verdad o relativizarlo todo. Los noticieros ya no reportan noticias, sino puntos de vista. El género ya no se define a través de los cromosomas sino de la fantasía. Tú ves a una ardilla y no puedes afirmar que lo es, a menos que tengas un título de veterinario y hayas culminado ciertos entrenamientos (o debería llamarlos adoctrinamientos) en diversidad e inclusión, con el fin de que nos aseguremos todos que la ardilla no se ofenda ni traumatice si la confundimos con un conejo. Nada es real, todo es ideológico. Mis preferencias sexuales se convierten en mi género, pero estos pueden cambiar según el estado de ánimo con el que me despierte. Hay que recordar a diario que las vidas de las personas de color importan, eso sí, a menos que aún estén en el vientre de su madre (¿o de su padre?). Personalmente pienso que a ciertas sociedades les hacen falta problemas reales…

Pero ¿de dónde viene todo esto? ¿Cómo caímos en esta irracionalidad? Este verso lo explica: “Todo camino del hombre (por absurdo que parezca) es recto en su propia opinión.” ¿Qué pasa cuando un violador es puesto en una cárcel compartida con otros delincuentes? Por lo general los otros lo matan, ¿por qué? Porque lo consideran peor que ellos. Ellos quizás han robado, pero nunca asesinado, o quizás asesinado, pero nunca violado, o quizás violado a una mujer, pero nunca a una niña o niño, etc. Todos son criminales, pero cada uno tiene su propia opinión. Por eso la tierra sufrió un diluvio, porque “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente al mal.” (Génesis 8:5-6). Por esto necesitamos a Dios. Nuestros sesgos cognitivos nos impiden ver el potencial de maldad que tenemos. Nuestra naturaleza carnal no tiende hacia el bien sino al mal. Necesitamos el código moral de la Biblia, porque sin ella, no le damos gloria a Dios sino unos a los otros…

“¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” Juan 5:44

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: