El que No quiere Ver

“Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.” Lucas 16:31
Abraham está hablando con un hombre que en vida había sido muy rico y quien ahora se encuentra en el lugar de los muertos, sufriendo tormentos. Este hombre le pide a Abraham que mande a Lázaro, un hombre que mendigaba en su casa y a quien él nunca ayudó, para que les advierta a sus cinco hermanos respecto a la realidad del infierno, ya que ellos están disfrutando de sus vidas, sin compasión alguna para con los pobres ni con nadie. La respuesta de Abraham es tajante: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.” ¿En serio padre Abraham? ¿No es demasiado pensar que los ateos no se convertirán ni aún viendo a un muerto regresar? Pues no. Los fariseos y muchos otros, incluyendo a líderes y soldados romanos, habían sido testigos (o escuchado de la boca de testigos) acerca de los milagros que Jesús hizo, como sanó leprosos, devolvió la vista a los ciegos, los cojos y mancos caminaron, multiplicó unos pocos panes y peces para alimentar a multitudes, y resucitó muertos, y no creyeron en Él. Como decía mi madre: “no hay peor ciego que el que no quiere ver.”
He visto debates en donde se les hace a ateos la siguiente pregunta: “¿Si el cristianismo fuera verdad, aceptarías a Cristo?” Y muchos responden con un contundente “¡no!” ¿Qué significa esto? Que no están buscando la verdad ni están debatiendo. Ya decidieron en su altivez que Dios no existe, y no están dispuestos a evaluar las evidencias. El orgullo es la razón de la caída de satanás y de millones de personas. A pesar de no tener una explicación sensata para el origen del universo (excepto insensateces como que “se creó a si mismo”), ni idea de cómo comenzó la vida; a pesar de los maravillosos descubrimientos que la ciencia hace a diario y que reflejan una inteligencia superior; a pesar de no saber para qué están en la tierra y adonde irán luego de morir, eligen negar a Dios. ¿Por qué? Porque quieren ser sus propios dioses y no van a aceptar un código moral. Lo vemos desde la primera familia. Caín mata a Abel y cuándo Dios le pregunta dónde está su hermano, para darle quizás la oportunidad de arrepentirse, su respuesta es: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Hay dos tipos de personas, ejemplificadas en los crucificados con Jesús. Uno se arrepintió y entró al Paraíso, pero el otro en cambio, aun estando en la cruz, le injuriaba:
“… Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.” Lucas 23:39
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