El Orgullo y su Rebelión

“Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?” Números 16:3
Todo este pueblo había visto el poder de Jehová manifestado a través de su profeta Moisés. No solo contemplaron las diez poderosas plagas de Egipto, sino que luego fueron testigos del abrirse del mar, el pasar de todos ellos a través de este sobre suelo seco, y cerrarse detrás de ellos cuando los egipcios los seguían para destruirlos. Sin embargo, Coré no estaba contento y, como suele ocurrir, en vez de llevar su queja directamente a Moisés, comenzó a murmurar del líder y a arrastrar a muchos otros al punto que se le unieron en su rebelión “doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre.” ¡Impresionante! ¿Cuantas semanas o meses habrá pasado este hombre convenciendo a estos príncipes de que Moisés no era el único autorizado para ser líder, y que él y ellos podrían serlo también? Y Coré, como todos los “salvadores”, pretende defender los derechos del pueblo, cuando en realidad solo busca promoverse a sí mismo. Fíjate que le dice a Moisés “toda la congregación, todos ellos son santos.” Me gusta la respuesta de Moisés: “Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo.” No se trata de lo que opines o consideres “justo.” Dios tiene la última Palabra. Él es teócrata, no demócrata.
Coré sufría de orgullo y su orgullo lo llevó a la rebelión. Dios estableció un orden claro en la familia, en la sociedad y en las instituciones, pero él lo ignoró. La rebelión es oposición a la autoridad que Dios definió. No se trata de la ideología del partido gobernante, sino de respetar la oficina del gobierno. No es asunto de si tu marido es perfecto y santo, sino de que Dios lo puso como cabeza del hogar. No se trata de cuan buenos o no sean tus padres, maestros o pastores, sino de honrarlos porque así lo ordena Dios. No importa si el jefe es gentil o difícil, no rumores porque Dios lo ha puesto allí. Que el líder falle, no justifica tu rebelión. El hecho de que tú cantes mejor que el pastor de alabanza de tu iglesia, no significa que ese sea tu puesto. Cuando nos rebelamos contra autoridad puesta por Dios, nos rebelamos contra Él. De hecho, la rebelión nace en el orgullo y fue la que causó la caída del mismísimo satanás, así como la de Coré, todos los suyos y los que le siguieron…
“Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes.” Números 16:32
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