¿Cuál es tu Cántaro?

“Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” Juan 4:28-29

Jesús pasó por Samaria, territorio que todos los judíos evitaban, tan solo para ver a esta mujer, a quien algunos llaman “la mujer del pozo” o simplemente “la samaritana.” Ella apareció al mediodía, a la hora más calurosa buscando agua en el pozo donde el Maestro la aguardaba sin ella saberlo. Pero ¿por qué iba ella a sacar al pozo a la hora más caliente del día y sin compañía cuando lo usual era ir temprano o al atardecer, cuando estaba más fresco, y acompañada de varias mujeres, para evitar cualquier acoso masculino? Es que ella, como muchos hoy, ponía su identidad en la opinión de su pareja, aunque no le funcionaba bien. Por eso se había casado cinco veces y ahora vivía con un novio. Quizás estaba cansada de los chismes y de las miradas juzgonas de las otras mujeres que iban en grupos al pozo y que se sentían más “virtuosas” que ella. Sin embargo, para el Señor eso no era ningún problema, por lo que no solo la esperó, sino que le pidió agua cuando llegó, a pesar de que los judíos no hablaban con los samaritanos. Ella le confrontó: “¿Por qué me hablas a mi siendo tú judío?” o “¿acaso eres mayor que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo?” Todo esto decía porque Jesús le ofrecía Agua Viva, un agua que Él afirmó que: “quien la bebiera, nunca más tendría sed.”

Pero cuando ella luego entendió por la conversación que Jesús era el Mesías (la primera persona a quien Jesús específicamente se lo revelaba), se emocionó tanto que dejó su cántaro y se fue a la ciudad a predicarle a los hombres (solo ellos la trataban). Poco después muchos de ellos vendrían a Jesús y se convertirían, de modo que Jesús inició un avivamiento a través de una mujer de dudosa reputación. Para ello, Jesús no le dio un curso de predicación, no la bautizó ni ungió. Pero ella, una vez que descubrió el amor incondicional de Dios y que Él no quería tomar nada de ella sino darle Vida Eterna, hizo tres cosas: 1. Creyó en Jesús, 2. dejó algo valioso y esencial, su cántaro, porque había descubierto algo mayor, el Agua Viva, y 3. compartió el tesoro que acababa de recibir saliendo a predicar sin reservas. ¿Y tú? ¿Cuál es el cántaro en tu vida? ¿Qué te impide recibir y compartir el Agua Viva de Jesús? ¿De qué tienes que deshacerte? Mira lo que pasó gracias a su valor:

“Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.” Juan 4:39

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