No Escuches a los Mata-Esperanza

“Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” Marcos 5:35

Jairo, uno de los principales de la sinagoga, hombre influyente y seguramente próspero, había salido de emergencia a buscar a Jesús y le rogaba postrado a sus pies. ¿La razón? Su hijita de doce años se estaba muriendo. ¿Has tenido alguna vez uno de esos momentos cuando nos deshacemos de nuestra supuesta importancia y altivez y nos humillamos ante quien sea que nos pueda ayudar? En estos momentos de desesperación, nuestro orgullo desaparece. Exactamente en esa situación estaba nuestro amigo Jairo. No sabemos si había creído en Jesús antes, o por el contrario lo había subestimado, pero en este momento, Él era su última carta (por eso te invito a que, a partir de hoy, Jesús siempre tu primera opción y no la última). El Maestro, lleno de misericordia cómo siempre, detiene su predicación y se va con Jairo seguido por sus discípulos. Pero cuando iban llegando a su casa, vinieron de su casa (probablemente algunos familiares o vecinos) y le arrojaron esa bomba sin preámbulo alguno: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” Este hombre está desesperado, y vienen “de su casa” a decirle no solo que la niña falleció (así, sin anestesia) sino que prácticamente lo regañan: “¿para qué molestas más al Maestro?”

¿Tienes personas así en tu familia? Tú quieres comenzar una nueva carrera o negocio, y alguien viene con cara de admiración y te suelta: “¿A estas alturas vas a empezar?” Realmente te está queriendo decir: el sueño está muerto, no tiene sentido, ya es muy tarde, ni lo intentes. Quieres dejar una adicción y cómo ya has fallado antes, viene alguien cercano y te maldice al decirte que nunca te librarás de ese problema. Y lo mismo aplica cuando alguien desea comenzar una nueva relación o familia, alcanzar un sueño, aprender algo o hacer cualquier cosa relevante. Y esto no sucede solo cuando tienes un gran anhelo o un profundo deseo de restauración, sino en una gran necesidad también. Recibes un diagnóstico médico de pronóstico delicado y viene alguien a compadecerte por tu muerte; tu negocio quiebra o pierdes tu trabajo, y dejan de saludarte cómo si fueras a pedirle que te mantengan. Pero Jesús dice algo glorioso: “La niña no está muerta, sino duerme.” Luego le dijo a la niña: Levántate, y cuando Dios habla, todo obedece:

“Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.” Marcos 5:42

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